Allí las noches olían a mar y a espliego. Había una anciana que gustaba de pasear por la playa a la luz de la luna. Se sentaba en una roca para observar la espuma lamiendo la blanca arena, pausada, silenciosa.
Una noche me acerque hasta la anciana que miraba fijamente el horizonte. Le pregunte:
- ¿Que hace aquí todas las noches?
- Estoy esperando.
-¿A quién espera?
Me miró como sin comprender la pregunta y me contesto:
- Solo espero.
- ¿Qué espera?
- ¿Como podría saberlo?
Fue en aquel momento que comencé a pensar que aquella anciana ya era demasiado mayor y no sabía muy bien de lo que hablaba.
Y sigió mirando el horizonte. De pronto se levantó despacio, se acercó a la orilla y recogió una caracola de colores.
- Toma, es para ti.
-!Que bonita! ¿Como sabías que llegaría hasta la orilla?
- No lo sabía. Solo estaba esperando. Anoche vino una golondrina a visitarme. Me contó bellas historias de sus viajes. Todas las noches recibo un regalo.
- Vaya, claro, entonces esperabas un regalo.
- ¿Porque no iba a esperarlo? Continuamente los estamos recibiendo, lo que ocurre es que no nos damos cuenta y los perdemos.¿Sabes? Dios siempre está con nosostros, aunque no le podamos ver con nuestros ojos físicos.
- A veces no lo parece. ¿También está con los niños que viven en guerra?
-También.
Aquella anciana era alguien muy especial. Los días nublados y lluviosos salía a la calle sin paraguas para recibir a su amiga la lluvia. Se quedaba alli en un banco mojado viendo como las gotas que caían formaban riachuelos en las aceras. !Que curiosos nunca llegé a verla resfriada!
Siempre pensé que era un hada. Si a mi madre, se le mojaba un mechon de su enlacado pelo, caía en cama durante una semana. Creo que era porque estaba convencida de que así sucedería y así sucedia. La verdad es que sus creencias nucna la defraudaron. Siempre sucedia como ella pronosticaba. También era un poco hada como la anciana. Lástima que sus creencias siempre eran un tanto agoreras.
Aquella anciana me contaba largas historias sobre piedras mágicas, árboles que hablaban, pajaros milagrosos.
Nunca se le conoció familia alguna. Un día dijo adios y se marcho calle abajo con una cesta de manzanas bajo el brazo. Decía que era su fruta preferida porque si Adan no hubiese probado la manzana que le ofreció Eva ahora no estariamos jugando el juego de las escondidas. La verdad es que no la entendí. Creo que hoy se a qué se refería.
Jamás volvimos a verla. Mi madre solía decir : "Pobrecita, nunca estuvo muy cuerda. No sabía lo que hacía".
En realidad, ha sido la persona más lúcida y que mejor conocía lo que realmente sucedia en cada instante pues sabía ver detras de las apariencias y escuchar el lenguaje de Dios.
De ella aprendí una realidad que no se vé con los ojos físicos sino con otros ojos, que la mayoría de nosotros tiene cerrados: los ojos del Alma.
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